La bofetada que cambió la historia del fútbol alemán
“FC Bayern, deutscher meister” (FC Bayern, campeón de Alemania), reza el estribillo del himno del Bayern Múnich. El gigante bávaro es el conjunto más galardonado de su país. Domina con mano de hierro la Bundesliga y acostumbra a ser uno de los grandes contendientes en Europa para conquistar la deseada ‘Orejona’… aunque no siempre fue así. Hasta la década de los años 60 su palmarés era prácticamente inexistente, siendo el Múnich 1860 el conjunto predominante de la ciudad, aunque ese ‘status quo’ cambiaría a raíz de la llegada de un tal Franz Beckenbauer al Bayern.
La historia del fútbol alemán pudo ser bien distinta de no ser por una simple bofetada, la que sin querer cambió el devenir del balompié teutón. Para conocer todos los detalles hay que remontarse al verano de 1958, concretamente en la final del torneo juvenil entre el Múnich 1860 y el SC 1906 Múnich.
En este segundo equipo militaba un joven talento llamado Franz Beckenbauer, quien deseaba con todas sus fuerzas unirse a la disciplina del Múnich 1860. La final era la oportunidad perfecta para lucirse y desencadenar su fichaje -ya pactado de antemano- y el joven defensa no la iba a desaprovechar.
Cuenta la leyenda que su nombre llegó a los oídos del mediocentro del Múnich 1860, quien decidió marcar terreno con aquel joven deseoso por brillar. Nada más empezar, dura entrada sobre el joven Beckenbauer, que no se amilanó y siguió a lo suyo hasta que decidió vengarse minutos después con una entrada aún más fuerte, calentando el partido. Según dicen, el rival se levantó y abofeteó a Franz, que desató su ira sorteando rivales y anotando un precioso gol que vino asociado a una decisión trascendental: nunca iba a jugar en el Múnich 1860.
Fue entonces cuando Beckenbauer acabó fichando por el Bayern, que sabría explotar su talento junto a Sepp Maier, Gerd Müller y compañía durante 14 exitosos años para conseguir ganar cuatro Bundesligas, cuatro Copas, tres Copas de Europa, una Recopa de Europa y una Copa Intercontinental, convirtiendo al equipo muniqués en el ‘ogro’ que conocemos hoy en día.
El juego atrevido y revolucionario de Beckenbauer, unido a un físico parecido al del antiguo emperador austríaco Franz I, le valieron el apodo de Káiser y para ser elegido tercer mejor jugador del siglo XX tras Pelé y Johan Cruyff, ganando por el camino dos Balones de Oro. Su trayectoria en el Bayern fue espectacular, pero la historia pudo haber sido muy distinta de no ser por aquel bofetón recibido en la final juvenil de 1958.