Roger Federer, y cómo aprender de una derrota
Ha sido y será siempre uno de los mejores tenistas de la historia. Un deportista ejemplar dentro y fuera de la pista, y que ha marcado época en el mundo del tenis. Ese ‘big three’ que formó durante muchos años con Rafael Nadal y Novak Djokovic empieza a llegar a su fin, pero en la memoria siempre quedará aquel Roger Federer que ganó más de 20 Grand Slams.
Ahora, apartado de las pistas desde hace un par de temporadas, el suizo sigue recordando muchos momentos vividos durante su carrera. Inspiración para muchos, y con un discurso rico, potente y emotivo, Federer estuvo presente en la graduación de la Universidad de Dartmouth, en Estados Unidos, donde se dirigió a los estudiantes con unas palabras que sirven para reflexionar, y mucho.
A sus 42 años, Federer empezó explicando que “no conseguí lo que conseguí solo por talento, tuve que superar a mis rivales también en trabajo”. Y es que por muy importante que sea el talento a la hora de jugar, aquello que muchos lo conocen como clase y de lo que iba sobrado el suizo, no es suficiente como para ser el mejor.
“Todo viene del trabajo, y en el tenis, como en la vida, la disciplina es un talento; el creer en ti mismo es un talento; la paciencia es un talento; y aprender a amar todo ese proceso es un talento, y como tal, hay que saber trabajarlo”, comentaba un Federer que tenía a los estudiantes asombrados durante su discurso y que recordó que “nadie te va a regalar nada en esta vida”.
Pero uno de los puntos fuertes de la jornada, fue cuando Federer recordó aquella final de Wimbledon del año 2008 ante Rafa Nadal. Aquel día que para muchos marcó un antes y un después. El día que, seguramente, vimos el mejor partido de la historia.
“Traté de perder pocas veces, pero acabé perdiendo muchas. Para mí una de las derrotas más grandes fue aquella final de 2008 ante Nadal. Para mí ganar Wimbledon lo era todo, y ese año iba a por el récord de seis títulos seguidos. Estaba jugando para la historia”, recordaba el suizo después de 16 años.
“Recuerdo que hubo retrasos por lluvia, y cuando salió el sol y empezamos, Rafa me ganó los dos primeros sets. Conseguí empatar, y nos encontramos en el quinto con toda la igualdad del mundo. Y en ese momento, ese último minuto, todo estaba oscuro y apenas podía ver la hierba. Ahí traté de echar la vista atrás y pensé que había perdido el partido desde el primer punto. Miraba a través de la red y veía a un tipo que semanas antes me había aplastado en Roland Garros y que tenía más hambre que yo”, decía Roger haciendo alusión a aquel partido que acabó con un 6-1/6-3/6-0 para el balear.
“Después de ese duelo de Wimbledon, Nadal merecía mi número 1. Y eso me llevó a pensar que por mucho que la gente me dijera que yo había tenido una gran carrera y que empezaba a haber un cambio de guardia, yo lo que debía hacer era seguir trabajando para seguir creciendo”. Y es que, según Federer, rendirse nunca es una opción. Y por muchos años que pasen, hay una frase de Roger que lo define todo a la perfección. “Nunca tenéis que olvidar vuestras raíces, y nunca dejéis de aprender”.
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