Aniol Serrasolses ha dominado los pasajes más fascinantes de la tierra con su kayak. | Fuente: Imago.
Aniol Serrasolses ha dominado los pasajes más fascinantes de la tierra con su kayak. | Fuente: Imago.

Aniol Serrasolses: el retador de la naturaleza

Otros deportes Héctor Alcaraz febrero 13, 2024

Aniol Serrasolses es un piragüista español al que le apasionan los retos más duros que puede presentarle el planeta tierra. En esta ocasión, el oriundo de Bescanó, en la provincia de Girona ha sobrepasado todos los límites de la condición humana, al efectuar un salto desde la Cascada del Diablo, una belleza natural de 20 metros, ubicada en el Archipiélago de Svalbard, en Noruega.

Para Serrasolses, un adicto al kayak extremo, no existen ataduras, ni siquiera una tierra inhabitada, en la que existen más osos polares que seres humanos y donde prácticamente se está en el techo del globo terráqueo. De hecho, el catalán está acostumbrado a los lugares inhóspitos, pues habita en la Patagonia chilena, donde su principal ocupación es la construcción de cabañas, actividad que realiza con sus propias manos.

Para Aniol, el peligro no es un freno, sino un propulsor, un potenciador de lo que él como ser humano puede conseguir, y sobre todo, la motivación de que detrás de todo miedo existe una recompensa, en este caso las experiencias más excitantes en los pasajes naturales más hermosos que nuestro planeta nos regala. Paisajes a los que la gran mayoría no tienen acceso con sus propios ojos por la limitación de sus propios temores.

Fue en 2015 cuando vio por primera vez la portentosa cascada de Svalbard y cuando se convenció de que si algo quería en la vida era conquistar esa corriente descendente, tan salvaje como maravillosa. El estímulo que lo atrapó fue una fotografía tomada por el canadiense Paul Nicklen.

“Era la primera vez que veía una cascada saliendo del hielo. La impresión que creó fue increíble. Pasaban los años y yo seguía pensando en eso”, rememora sobre la sensación inicial que le creó ver ese maravilloso acantilado cristalino, en una Noruega donde por seis meses no hay un rayo de claridad y por otros seis no hay un ápice de obscuridad. Una postal tan potente que, desde ese mismo momento, el gironí no pudo pensar en otra cosa que no fuera hacerse uno con la naturaleza de ese lugar.

Eso sí, domar el peligro paradójicamente requiere un grado de madurez muy alto, el suficiente para darse cuenta cómo se puede abordar una situación tan riesgosa como la que le proponía Svalbard, en su acantilado de hielo, una situación que finalmente pudo superar.

“Me veo mejor, más listo, con menos posibilidades de que me pase algo ahora que antes, porque entonces era joven, inexperto y estaba mucho más loco que ahora. Armé mi equipo, Mikel Sarasola, Alex Salvat, que es mi camarógrafo, y el fotógrafo David Sodomka y lo empezamos a mover. La idea que se nos ocurrió fue ir a Groenlandia a buscar ese tipo de cascadas como un viaje de exploración. No encontramos lo que buscamos y decidimos el pasado verano volver a Svalbard”, reconocía el deportista antes de encarar la gran misión.

Así es Aniol Serrasolses, con un espíritu natural que le hace ir a por más, pese a que su historial de lesiones es bastante extenso. El de Bescanó, pues, sigue a lo suyo: tratar de conquistar ya no sólo este, sino todo pasaje natural que le brinde el Planeta Tierra.


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