Giovanni Evangelisti, medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. | Fuente: Imago – Norbert Schmidt.
Giovanni Evangelisti, medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. | Fuente: Imago – Norbert Schmidt.

La gran trampa de los Mundiales de atletismo

Otros deportes Héctor Alcaraz junio 6, 2024

Los Mundiales de atletismo han entregado muchas de las mejores postales de todas las épocas, sin embargo, también está la otra cara de la moneda: la de momentos que han pasado a la infamia histórica del deporte. Uno de ellos fue el escándalo que involucró al saltador de longitud italiano, Giovanni Evangelisti, y a la Federación Italiana de Atletismo (FIDAL), durante el Mundial 1987 en Roma.

Evangelisti, bronce en Los Ángeles 1984, era una de las grandes bazas de un equipo italiano que partía con la presión de ser local. El atleta azzurro no sólo había cosechado su tercer puesto en la justa olímpica californiana, sino que había conseguido un resultado idéntico en el Mundial bajo techo de París 1985 y el Europeo de Stuttgart 1986, además de ganar en 1987 una plata europea bajo techo en Liévin y un bronce en el mundial indoor de Indianápolis.

No obstante, la oposición a la que enfrentaba en aquel Mundial de Roma entrañaba un reto mayúsculo para Evangelisti. Gente de la talla del gran Carl Lewis y el soviético Robert Emmiyan, campeón europeo vigente y autor del récord en la especialidad, eran los dos grandes contrincantes a los que el italiano debía hacer frente.  

Evangelisti comenzó con el pie izquierdo la competición al realizar un salto nulo, sin embargo, alcanzó los 8,19 metros en un tercer intento que lo depositó en el cuarto puesto a la mitad de la prueba. Lewis, Emmiyan y otro estadounidense, Larry Myricks, estaban por encima del transalpino.

En su cuarta ejecución, Evangelisti no pasó de los 7,59 metros y volvió a efectuar un salto nulo en su quinta exposición, al tiempo que Myricks había mejorado sus prestaciones con un salto de 8,33 metros que lo dejaba a las puertas del podio. La posibilidad de una medalla para el anfitrión se iba diluyendo.

Un contexto de poca claridad

Cabe mencionar que en aquel tiempo no se contaba con una tabla métrica que permitiera contrastar de manera visual la longitud de cada intento, por lo que había que ceñirse de íntegramente a lo que percibieran los jueces. En esa tesitura llegó el sexto y definitivo lance de Evangelisti, que no generaba muchas esperanzas para el público local, pero que sorprendentemente obtuvo una medición de 8,38 metros.

Un margen de más de medio metro

Esos 8,38 metros le daban al de Rimini un tercer puesto que rápidamente desprendió suspicacias. De acuerdo con la tecnología existente en aquel tiempo, algunos medios establecían que el salto con el que Evangelisti había conseguido de manera in extremis el metal de bronce no había superado los 7,85 metros.

El italiano Primo Nebiolo, presidente de la IAAF en aquel momento, se empleó a fondo para ocultar el tongo y acreditar lo sucedido durante la jornada del 5 de septiembre de 1987 en el Stadio Olimpico. No obstante, las pruebas eran implacables. Entre esas evidencias se incluía el testimonio del entrenador Sandro Donati, responsable del área de velocidad en la selección italiana, quien reveló el amaño. Al final, Evangelisti terminó regresando la medalla.  

“Me han arruinado mi vida. No tenía paz en ningún momento y no soporto pasar por un ladrón. Precisamente yo, a quien han robado un montón de veces adversarios que son tan limpios como yo”, expresó Evangelisti en una entrevista para el ‘Corriere Dello Sport’ a finales de diciembre de 1987.

Después de una investigación de tres meses, desarrollada por el Comité Olímpico Italiano (CONI), se determinó la falsedad en el salto, habiendo ocho integrantes de la FIDAL involucrados en el caso, incluyendo a Luciano Barra, secretario general de la FIDAL y asistente de Primo Nebiolo.

Una recompensa que tardaría nueve meses en llegar

Larry Myricks no recibiría su medalla de bronce hasta pasados los nueve meses, tiempo suficiente para ajustar cuentas con aquellos que inicialmente le habían despojado del metal.

“No tengo nada en contra de Evangelisti. Él fue una víctima al igual que yo. Sabía que algo estaba pasando, no sólo en el salto de Evangelisti sino en muchos otros. Estuve viendo suceder cosas durante toda la competencia. Me alegra verlos admitir que algo se hizo mal. Eso no es consuelo suficiente, pero sí algo de consuelo”.

“Si obtengo la medalla ahora, todo estará bien. Pero estar allí en el estadio abarrotado, con toda la gente en casa mirándolo por televisión, es un momento que nunca voy a tener. Evangelisti aprovechó el momento. Esa es una oportunidad para mí que ya no existe”, manifestó con dolor el estadounidense.

Nebiolo, que por aquellos años fungía como presidente tanto de la IAAF como de la FIDAL, quedó impune por el escándalo e incluso moriría aún en el ejercicio de sus funciones, a causa de un ataque cardíaco en 1999. Por su parte, Donati, el entrenador que dio constancia del caso a la policía italiana, sería destituido de la selección nacional italiana de atletismo.


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