La tercera y última consagración de Pelé en las Copas del Mundo se produjo en el Estadio Azteca el 21 de junio de 1970 frente a Italia, en un encuentro en el que el legendario 10 brasileño marcó y asistió. Foto: Imago – xVarleyxMediaxx.
La tercera y última consagración de Pelé en las Copas del Mundo se produjo en el Estadio Azteca el 21 de junio de 1970 frente a Italia, en un encuentro en el que el legendario 10 brasileño marcó y asistió. Foto: Imago – xVarleyxMediaxx.

Pelé: Una historia de padres a hijos

Fútbol Héctor Alcaraz diciembre 29, 2023

Algunos pensamos que es de padres a hijos como mejor se transmite el fútbol. Sin embargo, cada enseñanza sobre el juego es distinta, única. En tu caso, aprendiste realmente lo que era el fútbol con la experiencia más amarga que un niño pueda tener, que es viendo llorar a su padre. Es más, el llanto de Dondinho tras aquella derrota horrible contra Uruguay fue tu mejor formación como futbolista y la mejor noticia para Brasil, aunque en ese momento desolador nadie lo sabía.

Aunque naciste en Três Corações, el amor de tu vida lo encontraste en Santos, donde tu espíritu siempre deambulará. Desarrollaste tu carrera casi de manera íntegra en la localidad portuaria perteneciente al estado de São Paulo, donde brindaste infinidad de fastuosos despliegues futbolísticos, algunos registrados en archivos bibliográficos, otros inmortalizados en fotografías e incluso otros menos en cintas de vídeo. Aunque es en tus hazañas de las que no existe constancia, en aquellas que toman forma a partir del relato de los viejos, donde realmente se glorifica tu leyenda.

Todo mundo habla de tu gol a Suecia en la Final de la Copa del Mundo de 1958, cuando sombrereas a un defensor antes de definir, sin embargo, cuenta una historia por ahí que en un partido entre el Peixe y el Juventus, por el Paulistão de 1959, te fabricaste el mismo gol pero tirando cuatro sombreros antes de enviar la pelota a descansar en la red. Otro relato fantástico cuenta cómo regateaste hasta a siete jugadores del Fluminense, el preámbulo perfecto a la conclusión de tu diestra. Da igual que fuera en el marco de un Torneo Río – São Paulo y no en una Copa del Mundo, aquel día de 1961 tú exorcizaste Maracanã con el gol más hermoso que ahí se recuerde.

El testimonio más especial de tus maravillas proviene de los otros (muy) grandes que te sufrieron, como por ejemplo Eusébio, la portentosa Pantera Negra de Mozambique a cuyo Benfica derrotaron con rotundidad, tú y tu Santos, en la Copa Intercontinental de 1962. Por cierto, reeditarías el cetro en 1963, venciendo al Milan en una serie mucho más ajustada, que se tuvo que definir en un partido desempate, precisamente en Maracanã. Y sí, hubo un momento de la historia en el que la Copa Libertadores era superior a la Copa de Europa, aunque sea difícil de creer para los que hoy en día crecen con el monopolio de UEFA.

Y hablando de títulos mundiales, referirnos a ti es hacerlo a la historia de las Copas del Mundo. En 1958 tus propios compañeros te pidieron en la Seleção y, aún con sólo 17 años, te convertiste en el jugador más decisivo de la historia. Para 1962, en Chile, tuviste el tremendo infortunio de una lesión que no te dejó ser protagonista del campeonato, pero fuiste líder de ese Scratch do ouro, el primer equipo en defender exitosamente un título del mundo desde que la Italia de Vittorio Pozzo lo consiguiera en 1938. En Inglaterra 1966 demostraste que eras humano y, no por culpa tuya sino por la de aquellos que te cosieron a patadas, no pudiste salvar a tu Verde-Amarela del ridículo de caer eliminada en fase de grupos por primera y única vez en su historia. Sin embargo, cuando estabas a punto de rendirte, entendiste que lo importante no es caer sino levantarse, y México te iba a regalar tu consagración definitiva, junto a una pléyade de virtuosos que llegaron al verano de 1970 en su momento ideal para darle la Copa Jules Rimet en propiedad a Brasil.

12 goles como 12 soles los que marcaste a lo largo de tu trayectoria mundialista. No obstante, es curioso que, al margen del golazo a Suecia y el cabezazo a Italia en el Azteca, en el que Enrico Albertosi fue testigo privilegiado de tu timing exacto, lo que más recordemos de ti en Copas del Mundo sean tus ‘no goles’ de 1970. Frente a Inglaterra lo hiciste todo a las mil maravillas: te suspendiste en el aire, asentiste y remataste con violencia contra el suelo. Otra cosa es que Gordon Banks fuera tan animal para despejarla al córner, por encima del larguero de la portería sur del Jalisco. Contra Checoslovaquia, otra vez en Guadalajara, ubicaste fuera de posición a Ivo Viktor, te perfilaste a tu diestra y desde atrás de la divisoria le metiste todo el empeine a un balón que se fue apenas desviado del palo izquierdo del meta checo. Pero el padre de todos los ‘no goles’ es el genial amague con el que dejaste sentado a Mazurkiewicz, antes de que cruzaras demasiado la pelota ante el cierre desesperado de Atilio Ancheta. Probablemente el momento en el que los destinos de Peñarol y Nacional estuvieron más unidos, en el pánico frente a tu genialidad, justo en una semifinal de Copa del Mundo, lo que le da más valor a tu gesto. Por cosas como estas, la gente de Guadalajara no te olvida ni a ti ni a tus compañeros, tan es así que el sitio al costado del Estadio Jalisco se llama Plaza Brasil.    

Habiendo recordado todo esto, qué casualidad que justo a un año de tu partida la crisis de identidad del fútbol brasileño esté más agudizada que nunca y tu Santos haya bajado a los infiernos de la Serie B por primera vez en su historia tres veces campeona de América. Pero alégrate, pues, aunque con un dejo de melancolía, hoy el planeta fútbol te saluda agradecido por enseñarle que para realizar el remate perfecto de cabeza sólo hace falta saber decir que ‘sí’, que proponer el uno contra uno y asumir responsabilidades es cualidad del hombre valiente, pero detenerse en medio del frenesí, levantar la cabeza, girar a un costado y servir es también una virtud, la del hombre sabio, y que en el fútbol como en la vida un abrazo a tu padre te puede llevar a la gloria máxima.

¿1281 goles o 643? Qué más da, lo que de verdad importa es lo que nos contaron nuestros padres de ti: Edson Arantes Do Nascimento ‘Pelé’.


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